Valle de Aran
My most recent project in Spain was photographing a male capercaillie singing its courtship song. This involved driving 700km from Madrid to the northernmost slopes of the Spanish Pyrenees, near Vielha, in the Aran Valley. After climbing very steep slopes, for more than one hour, I then spent the night in a small hide, 1m x 1m at most, in below-zero temperatures, with more than one meter of snow around me. But I was very lucky and all this effort was not in vain: at 5am the following morning I had not one, but two male capercaillies singing their courtship songs, in two different leks (courtship grounds) less than 20 meters from my hide. Although the females did not honour the poor males (and poor me) with their presence, I enjoyed experiencing the males courtship songs and displays for several hours. I took hundreds of images, some of which came up as seriously good. I felt privileged, despite (or most probably, thanks to) the efforts involved.
Mi último proyecto ha sido fotografiar el canto nupcial del urogallo. Para ello, tuve que conducir 700km desde Madrid hasta Vielha, en el Valle de Arán, trepar durante mas de una hora por una ladera tan empinada que me tenía que agarrar de las ramas de los árboles, y pasar la noche en un pequeño hide fotográfico, de 1 x 1 metros, a cinco grados bajo cero, y rodeado de un metro de nieve... Pero tuve mucha suerte y todas estas incomodidades no fueron en vano... a la mañana siguiente, desde las primerísimas luces a las cinco de la mañana, tenía para mí no uno, sino dos machos de urogallo, cantando sus canciones nupciales en dos cantaderos diferentes, a menos de 20 metros de mi hide. Durante horas, estuve tomando fotos - más de 500 - algunas de las cuales son realmente buenas. Todo el cansancio, el frío, el entumecimiento... se evaporaron en el instante en el que escuche el canto del urogallo por primera vez.
Mi último proyecto ha sido fotografiar el canto nupcial del urogallo. Para ello, tuve que conducir 700km desde Madrid hasta Vielha, en el Valle de Arán, trepar durante mas de una hora por una ladera tan empinada que me tenía que agarrar de las ramas de los árboles, y pasar la noche en un pequeño hide fotográfico, de 1 x 1 metros, a cinco grados bajo cero, y rodeado de un metro de nieve... Pero tuve mucha suerte y todas estas incomodidades no fueron en vano... a la mañana siguiente, desde las primerísimas luces a las cinco de la mañana, tenía para mí no uno, sino dos machos de urogallo, cantando sus canciones nupciales en dos cantaderos diferentes, a menos de 20 metros de mi hide. Durante horas, estuve tomando fotos - más de 500 - algunas de las cuales son realmente buenas. Todo el cansancio, el frío, el entumecimiento... se evaporaron en el instante en el que escuche el canto del urogallo por primera vez.